Una vez leí a una mediática traductora afirmar categóricamente que para triunfar como freelance había que encontrar clientes directos, que las agencias solo precarizan el trabajo. Me chocó esa aseveración tan rotunda porque yo llevaba tiempo viviendo cómodamente de mis servicios para agencias (aunque también mantenía muy buena relación con algunos clientes directos y disfrutaba las ventajas de tener de mano a los profesionales de la materia). Había excepciones, por supuesto, porque existen agencias que no desempeñan el papel que les corresponde y se dedican al mero trasvase de documentos, pero eran las menos.
En 2023 cumplí 20 años en la profesión, un bagaje que me ha permitido conocer bien el oficio, pero también a los profesionales que lo mejoran. Por eso hoy quiero reivindicar el trabajo de las agencias recopilando sus buenas prácticas. Esta es una selección de ejemplos del buen hacer que me he encontrado a lo largo de mi trayectoria y que me ha permitido crecer y desarrollarme como traductora y como persona.
Las buenas agencias de traducción:
1. Cuentan con una cuidada selección de colaboradores externos. Revisan sus currículos, hacen pruebas de traducción proporcionadas, acuerdan tarifas razonables y explican en detalle su sistema de trabajo. De este modo, van construyendo una base de datos por combinaciones lingüísticas y especialidades que les permite adelantarse a las demandas de sus clientes con traductores que ya están familiarizados con su fórmula de trabajo.
2. Seleccionan los perfiles de traductores más adecuados para los requisitos de cada cliente, según su especialidad, y crean equipos de trabajo eficientes. Agilizan las tareas al contar con un grupo de profesionales al que asignar los trabajos (evitando los impersonales correos masivos) y los traductores acaban por dominar las particularidades de cada cuenta. Con esta fórmula, los colaboradores externos más avezados suelen dar un plus, ya que es habitual que sugieran mejoras en el propio contenido o la fórmula de trabajo. Ni que decir tiene, que el cliente es el más beneficiado porque todo esto redunda en la calidad del producto final.
3. Cuando surgen dificultades técnicas o lingüísticas, establecen una comunicación fluida entre el gestor de proyectos y el traductor, y mantienen este canal abierto para solventar con rapidez los problemas y crear sensación de trabajo en equipo. Por su parte, los traductores más experimentados valoran esa cercanía y saben aprovechar esta vía para plantear preguntas pertinentes, que aumentan la exactitud de la traducción y ajustan el resultado a las preferencias del cliente.
4. Se preocupan de explicar al cliente cómo es un proceso de traducción y los pasos que lo conforman, para que comprendan los plazos mínimos imprescindibles. Dentro de lo posible, se preocupan de dejar un margen para que el traductor no tenga que trabajar de noche ni el fin de semana y, si no queda más remedio por una necesidad del cliente, que se vea compensado en la tarifa. Y consultan el plazo a los traductores, porque saben que —gracias a su experiencia— pueden calcularlo con exactitud y así lograr que el trabajo llegue en tiempo y forma al siguiente paso del proceso.
5. No solo revisan, sino que también fomentan la colaboración entre el traductor y el revisor. Predisponen al traductor a dejar notas que faciliten el trabajo al revisor y que el revisor las comente, con el consiguiente aprendizaje mutuo. Esta relación propicia que el revisor pueda actuar con cautela y consultar al traductor sus dudas sobre sus criterios o decisiones. Cuando el traductor acepta las modificaciones pertinentes y el revisor no justificar su trabajo con cambios innecesarios, se produce una mejora exponencial del trabajo final para el cliente.
6. Comunican sus plazos de pago, los respetan escrupulosamente y resuelven de forma ágil cualquier cuestión administrativa. Esa predisposición redunda en una mayor calidad del trabajo.
Todas estas buenas prácticas no describen a agencias de un mundo ideal, pertenecen a agencias reales con las que colaboro a diario. Deseo con estas líneas dignificar su magnífico trabajo y homenajear a todas las buenas agencias con las que he tenido la satisfacción de compartir estos intensos 20 años. Gracias por vuestro buen hacer, responsabilidad y ética profesional. Si además mi perspectiva aporta algunas claves a aquellas agencias que buscan optimizar su relación con los traductores externos, me sentiré muy satisfecha también. Aunque, pensándolo mejor… si una agencia se cuestiona si está haciendo correctamente su trabajo, es probable que ya estemos ante una buena agencia.